Al inscribirme al congreso de hispanistas, que en 1995 se celebró en Birmingham, le
pregunté a las chicas que colaboraban en la organización si no sabían de alguna
residencia para estudiantes donde me pudiera alojar en Londres, pues quería aprovechar mi viaje para
investigar en la biblioteca del British Film Institute; ellas me dieron las
coordenadas de una de las residencias de la London University College en Camden
Road y, de paso, me preguntaron si no me
interesaría co-presidir una reunión de investigadores sobre cine que por
primera vez se iba a celebrar en estos
congresos.
Acepté de inmediato y me puse a preparar
mi conferencia en la que resumía los estudios sobre cine y literatura e instaba
a los colegas a ampliarlos y continuarlos.
En estos congresos se leen más de
cuatrocientos ponencias en más de un centenar de sesiones, pero sólo se
realizan unos cinco “encuentros de investigadores” sobre temas de especial
interés, y como en el congreso anterior yo había co-presidido con Seymour
Menton
el encuentro sobre novela histórica, algunos colegas se sorprendieron porque de
nuevo yo presidiera una de esas reuniones.
“Se ve que tienes muy buenas relaciones con la Junta directiva”, me decían.
“Lo que pasa es que hago investigación de punta”, contestaba.
Sin embargo, todo se debió a las chicas que
colaboraban en la organización y sobre todo a una lectora catalana.
En fin, el 13 de agosto volé a Londres, donde
me alojé en la residencia mencionada, que resultó bastante agradable, pues
desde mi habitación podía ver un árbol y los edificios cercanos. Además, no
estaba mal situada, pues enfrente tomaba un autobús que me dejaba cerca del
British Museum.
Por cierto, frente al museo encontré, una tienda donde me compré unos suéteres
shetland de cuello redondo – un verde botella y otro azul marino – que formaban
parte de mi atuendo en esos años.
Aproveché para investigar en el British
Film Institute, cuya biblioteca es realmente extraordinaria, aunque no ocupa
mucho espacio.
El instituto ha elaborado una base de datos – unos discompactos que luego logré
que comprara la Universidad Veracruzana y que costaban unas mil libras– pues
basta con teclear el título de alguna película para obtener una lista de
artículos, entrevistas y reseñas
relacionados con ella.
De nada serviría esa lista, si la biblioteca no tuviera la hemeroteca sobre
cine más completa del planeta.
Hay que pagar, por cierto, para poder utilizar la biblioteca y en esa ocasión
adquirí un pase anual, que pude usar el año siguiente, pues aún no vencía.
Un pase diario me hubiera resultado más
costoso.
Total,
me la pasé buscando y fotocopiando artículos sobre películas basadas en
novelas y cuentos de autores latinoamericanos de paso leí otras obras, como una
Historia de la televisión de la que obtuve datos para la ponencia sobre “Borges
y la tele” que leí en Gotemburgo en el 2000.
Desde luego, también aproveché mi estancia
para visitar el Southbank – la margen derecha del Támesis, donde se encuentra el Museum of the Moving
Image, recorrer esa parte de la ciudad,
donde se construyó luego la famosa rueda de la fortuna, ver desde ese lado del
río la abadía de Westminster, ir a Soho para comer pato laqueado a la
cantonesa, y visitar la National Art Gallery y el museo del transporte en
Covent Garden.
Después, me fui a Birmingham, donde volví a ver a varios colegas que conocí en
otros congresos, como José María Paz Gago, que había viajado en su auto a bordo
de un ferry desde La Coruña y después del congreso tenía que volver a
Southhampton, y el profesor Avalle Arce, con quien Alberto Rodríguez y yo
rematamos una garrafa de Zinfandel que al parecer llevaba desde California.
Durante el congreso hablé con Josefina Ludmer que había dado una plenaria y una
colega francesa, Marie Miranda, que años después me invitó a enseñar en Nancy
como “professeur asocié”. También recuerdo a una colega muy inteligente, Sol Miguel Prendes, pues me llamó la atención que se llamara como una de
las hijas del Cid.
--En realidad me llamo “Soledad”, me dijo, pero
me quito la “edad”.
Después del congreso, volví a Londres, pero esta vez también se alojaron en la
misma residencia varios colegas, entre ellos Margarita Peña, Paz Gago y Marina
Fierro, que hizo la edición del Informe
sobre ciegos, de Sábato, para Muchnick y a quien recuerdo que acompañamos a
tomar el tren a París.
Publicado en el Diario de Xalapa el 6 de agosto de 2012
Publicado en el Diario de Xalapa el 6 de agosto de 2012
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