sábado, 11 de septiembre de 2010

Londres 1995


Al inscribirme al congreso de hispanistas,  que en 1995 se celebró en Birmingham, le pregunté a las chicas que colaboraban en la organización si no sabían de alguna residencia para estudiantes donde me pudiera alojar en Londres,  pues quería aprovechar mi viaje para investigar en la biblioteca del British Film Institute; ellas me dieron las coordenadas de una de las residencias de la London University College en Camden Road y,  de paso, me preguntaron si no me interesaría co-presidir una reunión de investigadores sobre cine que por primera vez se iba a celebrar  en estos congresos.

Acepté de inmediato  y me puse a preparar mi conferencia en la que resumía los estudios sobre cine y literatura e instaba a los colegas a ampliarlos y continuarlos.

En estos congresos se leen más de cuatrocientos ponencias en más de un centenar de sesiones, pero sólo se realizan unos cinco “encuentros de investigadores” sobre temas de especial interés, y como en el congreso anterior yo había co-presidido con Seymour Menton

el encuentro sobre novela histórica, algunos colegas se sorprendieron porque de nuevo yo presidiera una de esas reuniones.

“Se ve que tienes muy buenas relaciones con la Junta directiva”, me decían.

“Lo que pasa es que hago investigación de punta”, contestaba. 

Sin embargo, todo se debió a las chicas que colaboraban en la organización y sobre todo a una lectora catalana.
En fin, el 13 de agosto volé a Londres, donde me alojé en la residencia mencionada, que resultó bastante agradable, pues desde mi habitación podía ver un árbol y los edificios cercanos. Además, no estaba mal situada, pues enfrente tomaba un autobús que me dejaba cerca del British Museum.

Por cierto, frente al museo encontré, una tienda donde me compré unos suéteres shetland de cuello redondo – un verde botella y otro azul marino – que formaban parte de mi atuendo en esos años.

Aproveché para investigar en  el British Film Institute, cuya biblioteca es realmente extraordinaria, aunque no ocupa mucho espacio.

El instituto ha elaborado una base de datos – unos discompactos que luego logré que comprara la Universidad Veracruzana y que costaban unas mil libras– pues basta con teclear el título de alguna película para obtener una lista de artículos, entrevistas y reseñas

relacionados con ella.

De nada serviría esa lista, si la biblioteca no tuviera la hemeroteca sobre cine más completa del planeta.

Hay que pagar, por cierto, para poder utilizar la biblioteca y en esa ocasión adquirí un pase anual, que pude usar el año siguiente, pues aún no vencía.

Un pase diario me hubiera resultado más costoso.
Total,  me la pasé buscando y fotocopiando artículos sobre películas basadas en novelas y cuentos de autores latinoamericanos de paso leí otras obras, como una Historia de la televisión de la que obtuve datos para la ponencia sobre “Borges y la tele” que leí en Gotemburgo en el 2000.
Desde luego, también aproveché mi estancia para visitar el Southbank – la margen derecha del Támesis,  donde se encuentra el Museum of the Moving Image,  recorrer esa parte de la ciudad, donde se construyó luego la famosa rueda de la fortuna, ver desde ese lado del río la abadía de Westminster, ir a Soho para comer pato laqueado a la cantonesa, y visitar la National Art Gallery y el museo del transporte en Covent Garden.

Después, me fui a Birmingham, donde volví a ver a varios colegas que conocí en otros congresos, como José María Paz Gago, que había viajado en su auto a bordo de un ferry desde La Coruña y después del congreso tenía que volver a Southhampton, y el profesor Avalle Arce, con quien Alberto Rodríguez y yo rematamos una garrafa de Zinfandel que al parecer llevaba desde California. Durante el congreso hablé con Josefina Ludmer que había dado una plenaria y una colega francesa, Marie Miranda, que años después me invitó a enseñar en Nancy como “professeur asocié”. También recuerdo a una colega muy inteligente, Sol Miguel Prendes, pues me  llamó la atención que se llamara como una de las hijas del Cid.

--En realidad me llamo “Soledad”, me dijo, pero me quito la “edad”.

Después del congreso, volví a Londres, pero esta vez también se alojaron en la misma residencia varios colegas, entre ellos Margarita Peña, Paz Gago y Marina Fierro, que hizo la edición del Informe sobre ciegos, de Sábato, para Muchnick y a quien recuerdo que acompañamos a tomar el tren a París. 

Publicado en el Diario de Xalapa el 6 de agosto de 2012 




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