Por tren en
California
A principios del 2003 tuve que viajar a California para presentar mi libro Ficción- historia, publicado por la UNAM, en tres campi de la Universidad de California --Santa Cruz, Santa Bárbara y San Diego--, así como en Scripps College.
A principios del 2003 tuve que viajar a California para presentar mi libro Ficción- historia, publicado por la UNAM, en tres campi de la Universidad de California --Santa Cruz, Santa Bárbara y San Diego--, así como en Scripps College.
En San Francisco me quise alojar en el Holiday Inn del Barrio chino, como
había hecho en diciembre del 91, pero me dijeron que el hotel estaba lleno ese
día, lo que me sorprendió, y entonces opté por hacer una reservación en un bed and breakfast que me pareció
agradable, pues las fotos me recordaron la casa de una amiga, Rosalba.
Lo administraba una checoslovaca, que me comentó que tenía un novio mexicano. En
fin, me instalé ahí y en seguida me lancé a Ghirardelly Square y de ahí en el
tranvía bajé al arsenal para echarle un vistazo a esa parte de la ciudad. Aproveché la oportunidad para comprar algunos
regalos para mi mujer y mi hija.
De vuelta en Ghirardelly me encontré una multitud que se alineaba a ambos
lados de las calles y les pregunté qué esperaban.
Me dijeron que el tradicional desfile del Año nuevo chino, y entonces comprendí
por qué no había sitio en el Holiday Inn.
El desfile es realmente sensacional, pero empezó a llover y hubo algunas
rachas de viento; en la parada del tranvía vi algunos paraguas tirados que un
vendaval había dejado inservibles.
De vuelta en la posada, me pareció que yo era el único huésped, por el
silencio, pero a la mañana siguiente cuando subí al comedor a desayunar me fui
dando cuenta de que en realidad había más de diez personas en la casa, pero
nada estrepitosas.
Me acordé entonces de mi mujer que cada vez que de noche bajo las escaleras con
pies de plomo, cree oír un regimiento. Problemas culturales, en fin.
Me fui a Santa Cruz en autobús y ahí me alojé en un hotel donde Norma
Klahn me había reservado una habitación. Aproveché la tarde para ver el pueblo.
Al día siguiente Norma vino a buscarme y me llevó a la universidad para que
diera mi conferencia. Después, ella y su esposo me llevaron a pasear por Santa
Cruz y desde el muelle pude ver una montaña rusa de madera que se conserva
junto a la playa; por la noche hubo una
reunión en su casa, a la que asistió un colega, que luego me proporcionó su Informe
sobre Sábato.
Según me dijo, él era estudiante en una universidad de los Estados Unidos,
cuando Alicia Monguió organizó un coloquio sobre el escritor argentino. Donald
Shaw que participó me escribió, por cierto, que había hecho algunas fotocopias
de mi artículo sobre “Sábato y Lovecraf” y lo invitó.
Por lo general, en esos casos se
designa a un estudiante para que acompañe y atienda al invitado, y esa designación recayó en este colega, debido a que por alguna
razón no se consideró conveniente mandar a una estudiante.
Mientras recorrían Manhattan, Sábato
recordaba los sitios donde habían vivido algunas mujeres que conoció, y le
suministró al joven todo tipo de datos sobre sus peculiaridades anatómicas y sexuales.
En fin, el viejo no paraba de hablar de sus proezas, y el pobre chico acabó
mareado, por no decir más.
Al día siguiente tomé un autobús a otro sitio cuyo nombre he olvidado y desde
donde me trasladé a Santa Bárbara en tren.
En 1992 había recorrido California en un automóvil alquilado que me permitió apreciar
el paisaje de la costa del Pacífico entre Santa Cruz y Los Angeles, y en esta
ocasión opté por viajar en tren.
Hay, por cierto, algunos vagones con ventanales y los asientos orientados hacia
los lados para ver el paisaje.
En Santa Bárbara, adonde llegué de noche, me encontré con que Sara Poot
no me había ido a esperar a la estación, pues seguro tenía otras cosas que
hacer. Llovía y hacía frío.
Después de esperar un buen rato, decidí llamar a Giorgio Perisinotto, a
quien había conocido cuando estudiaba yo en el Colmex y que intervino para que
me invitaran. Me contestó su esposa, Gloria, y me dijo que en seguida iría por mí.
Me llevó a su casa, me ofreció vino y una sopa ; luego llamó a Sarita, que pasó por mí para
llevarme a mi alojamiento. Me explicó que para pagarme un poco más y no gastar en hotel, le había
pedido a una joven que me dejara su apartamento.
Al día siguiente di mi conferencia y esa noche cenamos en casa de Giorgio, que
invitó a
Suzanne Jill Levine y desde luego a Sara. Al día siguiente me fui en tren a Los Angeles, donde me alojé en la Guest
house de la UCLA y esa noche cené con una colega.
Desde ahí me trasladé luego a Pomona
para presentar mi libro en el Scripps College, invitado por Marina Pérez de
Mendiola, una ex alumna de Jacques Lafaye, cuyo esposo laosiano enseña en la
Universidad del Sur de California. Tiene una hija muy talentosa y debido a eso hablamos sobre todo de niños y
educación, mientras almorzamos cerca del campus.
Regresé a dormir en la UCLA Guest House y al día siguiente tomé el tren a San
Diego, donde presenté mi libro en el campus de La Jolla Después de la conferencia, recuerdo que tomé un café con Jaime Concha y Max
Parra.
De vuelta en Los Angeles y antes de regresar a México, visité el Museo Getty,
a donde fui caminando, aunque no está muy cerca del campus. Para regresar, le
pedí aventón a unos chicos.
Publicado en Diario de Xalapa, 1° de marzo 2012
Publicado en Diario de Xalapa, 1° de marzo 2012
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