viernes, 10 de septiembre de 2010

Nueva York 2001


     Maria Kodama me dijo que ella le había hecho ver a Borges el “doble juego” de Bioy Casares que a él le decía que Cortázar era un idiota porque apoyaba a los cubanos y luego se encontraba con el cronopio y se ponía a tomarle fotos entusiasmado; yo pensé luego que tal vez no era hipocresía y que Bioy al encontrarse con su compatriota olvidó  simplemente sus diferencias políticas.

     El caso es que yo tenía que leer mi ponencia sobre las Cartas a Porrua, y ella decidió escucharla, y me pareció ligeramente sorprendida por la importancia que Cortázar le daba a todos los detalles relacionados con la publicación de sus obras, al grado que mandó una maqueta de Rayuela con instrucciones precisas sobre la portada y contraportada; además, leía con atención las reseñas… Y en fin no era un escritor despreocupado a quien no le interesara todo eso.

    Todo eso ocurrió durante un congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas que se celebró cerca de Times Square en la City University of New York en julio 2001.
     También recuerdo una conversación con Alfonso González que enseñaba en la Cal State University en Los Ángeles y había sido presidente de una importante asociación que tiene miles de afiliados y publica la revista Hispania.

      Me contó que de joven trabajaba como botones en un hotel de Guadalajara cuando un huésped le pidió que lo llevara a ver a los artesanos que hacen mosaicos, pues se estaba construyendo una casa, y más tarde lo ayudó a emigrar a los Estados Unidos, donde estuvo en el ejército y consiguió después una beca.
        Después del congreso, tenía que ir a la boda de una de sus hijas,  y en fin lo recuerdo con afecto por esa conversación.
       Más tarde me enteré de que tradujo Noticias al imperio al inglés.
        De las ponencias que escuché, recuerdo sobre todo la de Lucia Melgar sobre Elena Garro, que me resulto deslumbrante y divertida. Yo no sabía nada de los enredos amorosos de Octavio Paz y lo veía como un personaje oficial, frio y distante.
         Más tarde me ocupé de las memorias de su hija y también del libro de Elena Garro sobre su viaje a España durante la Guerra civil, y en Guadalajara presenté el libro de Lafaye acerca del poeta.
         En algún momento, declaré que pensaba aprovechar la oportunidad para echarle un ojo al MOMA (Museum of Modern Art), y  una colega belga me dijo “Yo también quiero ir”, y nos fuimos juntos y después cenamos en el Village.

Publicado en el Diario de Xalapa, 9 de marzo 2020




    
     
    
     

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