Hace unos días tuve que viajar a Buenos Aires para participar en un congreso sobre literatura.
Me preocupaba una tarjeta VISA electrón para viajes que compré para pagar mi hotel y otros
gastos, pues un colega me dijo que no había podido usar la de su banco, aunque
había avisado que iba a viajar.
Por suerte, la tarjeta funcionó, pero por si acaso en el aeropuerto compré algunos dólares en billetes; la tasa de cambio es de unos 5.3 o 5.4 pesos por dólar, pero en algunas tiendas toman el dólar hasta en 10 pesos, si compra uno algo.
Por suerte, la tarjeta funcionó, pero por si acaso en el aeropuerto compré algunos dólares en billetes; la tasa de cambio es de unos 5.3 o 5.4 pesos por dólar, pero en algunas tiendas toman el dólar hasta en 10 pesos, si compra uno algo.
Cuando llovió una tarde, me compré un paraguas Pierre Cardin que costaba
80 pesos y pagué con un billete de diez dólares; además, en un restaurante de la Av. 25 de mayo
vi un pequeño letrero ("Dólar, 7
pesos) y ahí comí tres veces. Pagaba con un billete de 20 dólares (140 pesos) y
me daban el vuelto en pesos argentinos.
Antes de mi viaje vi una foto de
la librería El ateneo, que se encuentra en un antiguo cine – como el centro
cultural Bella Época en México, y la busqué.
Yo quería ver el edificio art-déco en cuyo sexto piso vivió
Borges, la antigua Biblioteca Nacional,
en la calle México, que dirigió, la Facultad de Filosofía y Letras que ahora
ocupa la rectoría de la Universidad de Buenos Aires, la Fundación Borges,y la librería “El Ateneo” que se encuentra en
lo que fue un cine, el Gran Splendid,
sobre la Avenida Santa Fe, y otros lugares como las Galerías Pacífico –algo así
como el Palacio de Hierro del Zócalo en el Distrito Federal, etc.
Como me fui unos días antes del
congreso, salía yo a recorrer la ciudad, y después de una caminata buscaba un
restaurant y luego iba a esa librería o a una sucursal que estaba en Florida
más cerca de mi hotel.
Hay varios lugares con sillones, donde uno puede hojear
los libros, y ahí leí leí algunos ensayos de Lugares
con genio, de Savater, dedicados a Borges y Buenos Aires, Neruda y
Santiago, Kafka y Praga, Stevenson y Edimburgo y Octavio Paz y el Distrito
Federal.
En fin, me eché casi todo el libro en los días que estuve allá.
Sólo compré un ejemplar de Borges y la física cuántica, de Alberto Rojo, publicado por Siglo
XXI, y otro de Borges y la memoria,
de Rodrigo Quian Quiroga, un neurólogo,
con un prólogo de Kodama.
(Me acordé que hace años en
Salamanca, Donald Yates me dijo que Borges le regaló unos apuntes de sicología
de su padre, que incluían notas sobre la memoria y en los que seguro se basan
“Funes, el memorioso” y “El Zahir”).
La
comida en los restaurantes no es muy variada y revela cierta pobreza
culinaria. La mayoría ofrecen un “bife de chorizo” –un corte parecido al rib eye -- como plato principal y hay
muchas pizzerías y establecimientos especializados en comida italiana.
De lunes a viernes, se puede
optar a mediodía por el “menú ejecutivo”
integrado por un plato principal, bebida – agua, gaseosa o vino – y postre o café, cuyo precio va de
60 a 80 o 90 pesos argentinos.
Por lo general, pedía merluza o
pollo con "puré de calabaza o zapallo", pues era la temporada, según
me informaron, y eso comí en el Florida Garden, una confitería a la que iba
seguido Borges.
Las porciones, por cierto, son
abundantes.
Observé a una pareja muy
acaramelada que devoraba un trozo de carne con papas y a una abuela que se despachó con toda tranquilidad una
pechuga de pollo doble.
En un restaurante muy famoso – los 36
billares – pedí una suprema de pollo y creí que me
habían dado un muslo de ñandú.
Las servilletas de los
restaurantes parecen papel de China, y el papel higiénico también es de mala
calidad, por lo que pude observar en varios lugares.
Hay muchos billetes en circulación
que se deberían retirar.
Faltan letreros con nombres de las
calles en las esquinas, lo cual es un problema cuando uno recorre Buenos Aires
a pie.
La gente me pareció en general muy
amable y educada.
La inseguridad es también un
problema en Argentina, pues en la tele oí que tres individuos mataron a un
hombre delante de su esposa embarazada y su pequeña hija para robarle el auto.
Además, hay bandas dedicadas a despojar viejitos de sus viviendas.
(La
policía detuvo a dos parejas de
supuestos inquilinos que se habían instalado en la casa de un anciano jubilado,
y se aclaró que lo habían matado a golpes ).
El
congreso se celebró en la Facultad de Derecho, un edificio enorme que recuerda
el Partenón por las enormes columnas de la amplia fachada, y algunas sesiones
se realizaron en la de Ingeniería, que parece un edificio inglés.
Lo más memorable me parece una conferencia
plenaria sobre las editoriales que
fundaron los refugiados españoles y , entre otras, dos interesantes ponencias
sobre los Naufragios de Cabeza de Vaca y los Infortunios de
Alonso Ramírez . También un recuento y comentarios de las reseñas de Rayuela. Yo participé en las asambleas y
hablé con algunos colegas como Domnita Dumitrescu, que me contó que hace unos
veinte años tuvo la Fullbright en Argentina y recorrió el país desde Bariloche
a Salta y las cataratas de Iguazú.
El embajador español ofreció una
recepción en su residencia y hubo otros cocteles en Derecho.
El viaje a Buenos Aires me resultó
muy cansado, pues tuve que hacer una escala de 9 horas en Lima, donde por
suerte pude descansar en el aeropuerto, que es muy limpio y seguro; el viaje de
regreso por suerte lo hice vía Santiago, donde la escala se redujo a menos de
tres horas. Durante el tramo a México la comida – salmón, vino y un postre
delicioso –me pareció mejor que la de Air France y Aeroméxico.
Por cierto, en el congreso
participó un buen número de colegas mexicanos y una profesora de Quintana Roo
me contó que a ella su universidad le paga todos los gastos.
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